sábado, 12 de marzo de 2016

Historias de un espantapajaros

Capitulo 2.
MIEDO Y DOLOR

La sensación era rara, en ese escenario pintado de negro, habia una sombra a mi derecha negra, absolutamente oscura, y sostenia una especie de pistola gris apuntandome directamente a la cabeza.
El tacto de la pistola en mi cabeza era de un frio diferente, mi boca parecia desgustar el sabor de la sangre, mientras mi cuerpo estaba inmovil...
De nuevo ese sueño, pense, no hubo día en aquella mierda de prision que no soñase con que me apuntaban con una pistola.
Siempre despues de ello intentaba ponerme en pie y comenzar a hacer una raya en la parde como simbolo de que aquello era un dia nuevo, esta vez daba la bienvenida al onceavo dia. 

Aquel dia el Doctor no se sento en su silla, se limito a ponerse bien las gafas y a mirarme.
- Comienze por el principio. - dijo.
Asenti con la cabeza como si hubiera estado esperando ese momento, pero nunca pense como comenzar mi historia.

- Ella... ella... se sento delante mia, pidiendo con necesidad un abrazo, un abrazo largo con un sentimiento nunca antes sentido. En ese instante no me preocupaba el paso del tiempo, apenas sabia lo que ocurria en mi alrededor. El recuerdo era frio doctor, oscuro, recuerdo algunas farolas , muy debiles que iluminaban el descampado donde comenzo todo.

Todos los días la veia, cada mañana recibiamos un abrazo mutuo para empezar bien el dia, quien sabe lo que duraba ese abrazo y que pensaba la gente de ello.
La rutina era simple, esperar en el centro de la ciudad al tren más viejo de la estación, que conducia a la montanya, mientras los mas modernos eran ocupados por gente con traje y maletas de cuero de gran valor.
Todos los que ocupabamos ese tren eramos normalmente de un estatus de vida inferior a lo general, niños, jovenes que se habian interpuesto a la sociedad o algunos simplementes limitados.
El viaje era corto, pero muy molesto por culpa de las vias del tren.
Al llegar a nuestro destino, nos esperaba una estampa de campo donde alcanzaba la vista, y en medio de aquel verde desierto unos pocos campamentos que apensa con los dedos de la manos podias contar las tiendas.
Se regian unas normas, te enseñaban durante 8 horas diarias lo que nadie queria saber, era una ideologia diferente a la de la ciudad, pero sin futuro alguno.

- Cuando entrabamos a la tienda adecuada, ella y yo soliamos conversar con la mirada, sonrisas y algunos gestos. Todos tan profundos y sinceros como la vida misma. En poco tiempo Doctor comenze a verla fuera de la rutina, en la ciudad , a oscuras , pensara que eramos unos locos, como dos jovenes se saltaban el toque de queda para poderse ver.
Como dos personas de una clase inferior a la general podian salir de su edificio sin un permiso previo.
- Pero así era Doctor, lo haciamos, y con mucho miedo, la verdad.

La ciudad se regia por tres zonas, las cuales estaban divididas las clases sociales, cada una de ellas con unos privilegios.
Había zonas comunes, donde las tres clases sociales se podian topas, lo demas para alguien como yo era imposible acceder a no ser que fuese nuetra zona, moribunda y pobre.
Mi familia nunca fue conocida, ni rica y aun menos hizo algo ejemplar por la ciudad, asi que naci en las peores calles de la ciudad, superviviendo, comerciando y teniendo peleas cada dos dias.
No obstante ello conllevaba una lista de desprivilegios, ordenes y leyes contra esa clase de personas.
En los últimos años la poblacion habia crecido , las revoluciones del pueblo bajo de cada año tenian menos ruido e importancia. Eramos la sombra negra de la ciudad, con leyes estupidas como el toque de queda al ponerse el sol, la prohibición de comunicarse con otras clases.
Nuestra generación habia sido la primera en presencia la ley de la supervivencia,
que trataba sobre la prohibicion de poder tener cualquier tipo de pareja/relación sentimental, y menos aún enjendrar un hijo.
La clase neutra se puso de acuerdo con los reyes del gobierno, ellos en cambio eran los ¨normales¨ en aquella ciudad, erano los comeculos de los altos cargos, vigilantes y guardianes de todas las zonas. Eran ellos quien nos ponian a raya, quien se cobraba las multas sobre nuestro incumplimiento de leyes, y que nosotros pagabamos con el exilio al mundo debastado por la guerra.
Los altos cargos de la población, eran los algunos los jueces, quien aprobada las leyers, ordenes y normas , pero la orden y objetivo principal era clara, cuando menos ratas de cloaca hubiera en esa ciudad mejor, absoliendo nuestros derechos y abandonandos a la suerte.

- Era bonito llegar a casa, y comunicarnos por una red vieja creada por el gobierno para la clase baja, contrala, si, pero era lo unico que nos quedaba despues de neustras quedads. Ibamos con cuidado de no enviar un mensaje erroneo y tener en la puerta dos guardianes con ganas de llevarse a alguien.
- Tu mejor que nadie debe saber como va el castigo, verdad Doctor?, la paga del exilio, el abandono de tu ciudad y la bienvenida a un mundo debastado y desertico. Comenzabamos a estar vigilados, no sé si fue el miedo que me hizo pensarlo.

Ese día el doctor hizo lo habitual, levantarse e irse de la sala.
Le había contado el principio de mi historia, pero no me habia dejado avanzar suficiente, y eso me hizo derramar unas gotas en aquel suelo sucio y maloliente.

El duodecimo día, el Doctor se sento sin libro en mano pero si con su juegos de dedos con el boli.

- Fue una semana, un periodo corto para algo tan bonito, pero con un final amargo que sabía en el fondo que iba a ocurrir.
- Que pasó?. - dijo el doctor.
Era el segundo día que lo recordaba con exactitud, y el segundo dia consecutivo que derramaba otras lagrimas.
- Entonces fue cuando ocurrio lo peor de esta historia doctor, tocaron a mi puerta mientras nos enviabamos mensajes por la noche con ella.
- Quien es ella, de la que tanto mencionas?. - pregunto el doctor.
- Abri la puerta doctor. - Ignore esta vez su pregunta y segui contando.
- Y allí estaba, un guardia junto a mi puerta sin preguntas, con una mirada penetrante con cara de odio. Lo sentia , su rabia, su despecho, y lo dijo sin tapujos.
- Que dijo?. - pregunto de nuevo el doctor.
- Miedo y dolor. - conteste. 






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