jueves, 2 de mayo de 2013

Una historia sobre monstruos.

En la tierra de aquel pequeño mundo las gotas era lo habitual, donde los refugios de madera se acumulaban una tras otra y  las luces de las velas de la casas era lo único que proporcionaba luz a esas pequeñas aldeas.
El pequeño pueblo donde habitaba unas criaturas a las cuales les etiquetamos con el nombre de monstruos, seres que desconocemos, tememos y no conocemos. 
En ese rincón del mundo, tan diminuto y pequeño era habitual sentarse en las casa a tomar helados invernales a pleno fuego de la chimenea del refugio. 
Solo tocaban tierra en aquella montaña nevada en pocos días del año, siendo concreto una vez al año.
Muchos siglos han pasado desde que se estancaron en aquel pueblo a causa del un miedo mayor, el ser humano, irónicamente el mundo animal no había causado ninguna desgracia a pesar de que nunca se había visto ningún animal cruzar la linea del poblado. 
Esos monstruos no temían pero tampoco eran una amenaza, simplemente vivían y morían. 
Se cuenta a los niños que un día un hombre a lomos de un león visito la aldea, y fue tal la sorpresa que al verse el león con esas criaturas llamadas monstruos, el león se tumbo penetrando la mirada en unas de esas criaturas.
El hombre a lomo del león se bajo y sin quitar la vista de los monstruo fue retrocediendo hasta centrarse en el bosque que rodeaba la aldea. El león se quedo el día observando cada movimiento de los monstruos  mientras ellos, intentaban no molestar y se ocultaban tras sus aldeas, observando por algún hueco de sus casas al león.
Dicen que cuando el sol se fue, el león se convirtió en un monumento de roca, que forjo la linea de la aldea y el mundo separan-dolos entre si. Y que cada cierto tiempo se le oía aullar justo cuando el sol dejaba de iluminar escondiéndose tras la montaña. 
Un día, al salir el sol, extrañamente el león aulló, no solía  habitual ese ruido por la mañana, era costumbre oírlo al ponerse el sol.  Al levantarse uno de ellos observo que el león no se encontraba donde el solía reposar. Se sintieron desprotegidos, abandonados, asustados durante años. 
Hasta ser habitual quedarse en sus hogares, sin salir de sus cabañas, era extraño que un monstruo pisases mas de 5 minutos el mundo y aun imposible pasar su pequeña frontera.
Un día decidieron convocar una reunión y decidir celebrar el día del ¨Escudo Animal¨, durante un día al año, salían justo al salir el sol hasta que se ponía por las altas montañas. 
Solían reunirse y comer helados tras una hoguera que rodeaban, en ella algunos veían la imagen del león, otros su sombra. La leyenda tubo un final después de varios años.
Un ultimo acontecimiento dejaba finalizada esta historia, es ta vez, en una de las  celebración del escudo animal, como era habitual los monstruos rodeaban el fuego, y en uno de los llameantes latigazos del fuego sonó un aullido, tan ligero y inocente, que pensaron que fue el fuego el causante, pero al darse la vuelta uno de ellos observaron aun una cría de león. 
Todos al compás se giraron, y el león les observaba, en ellos veían la leyenda contada de generación a generación, esta vez una cría de león, robusta y con el pelaje de oro reflejado de sol.
En ese mismo instante todos los componentes de la tribu se levantaron mientras por sorpresa el pequeño león comenzaba a caminar con sus pequeñas patas hacia ellos.
Como de estatuas se tratasen los monstruos, sin saber como reaccionar  el león les acaricio sus patas uno por uno, tan elegante y despacio, que el fuego se fue apagando poco a poco.
Ya no era el fuego quien les protegía, sino una diminuta criatura.
Ahora se dice, que tras los años el león fue creciendo y convive con ellos, frogando esa linea entre el mundo y el mundo de los monstruos, y que cuando muera el fuego renacerá de la fogata para invocar a otra cría de león. 



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